INEQUIDAD Y TRABAJO

Las inequidades en materia de salud no son cosa nueva y, aunque al trabajo se le han adjudicado cualidades como el de promover la salud física y mental de los individuos, es indudable que también su práctica se ha asociado con la aparición de efectos adversos específicos para la salud, los cuales originan que se reduzcan las posibilidades de sostenibilidad y de obtener beneficios en el retiro.

Quien no posee un trabajo está en mayores probabilidades de dañar su salud y mermar seriamente la de quienes dependen económicamente de él; ello motiva la aparición de la primera inequidad en materia de salud ocupacional: la de aquél quien posee un trabajo en condiciones justas y decente con el que no tiene posibilidades de obtener y desempeñar alguno con esos atributos.

Visto de otra manera, se puede advertir la presencia de un gradiente de salud en la población considerada, desde el punto de vista social, como clase trabajadora, a quienes se les califica como poseedores de condiciones de salud menos favorables frente a quienes se encuentran jerárquicamente por arriba, pero que están en mejores condiciones cuando son asalariados. En este sentido debe destacarse que la Comisión de los Determinantes Sociales para la Salud de la Organización Mundial de la Salud (OMS) ha establecido que el trabajo, en particular, bajo condiciones de empleo apropiadas y decorosas puede, de hecho, complementar las necesidades que permiten reducir las inequidades en salud en su más amplio concepto.

Bajo el escenario que se señala, y tal como se menciona en el análisis denominado Employment Conditions and Health Inequalities de esa misma comisión, centrar al trabajo en la configuración de la clase social es pieza fundamental para entender el complejo mundo de inequidades que existen en y por esta actividad, y la otra, las condiciones específicas que la rodean, lo que según algunos autores, posibilitan la construcción de una visión más completa e integral del problema, apoyado en que, por ejemplo, la frecuencia de desnutrición, bajo peso al nacer, el surgimiento de enfermedades mentales o cardiovasculares, se observan más entre aquellos individuos que se catalogan como desempleados.

En cuanto a los que ocupan y desempeñan un puesto de trabajo, al menos hasta el año 2012, se debía hacer referencia a una población de más de tres mil millones de individuos que efectivamente laboraban y que al mismo tiempo se exponían en condiciones desiguales a diversos grados de riesgos ocupacionales, de tal modo que se ha llegado a estimar que a nivel mundial alrededor de 700 000 de ellos se lesionan por día y  350 000 mueren anualmente por accidentes fatales, lo que significa que casi mil fallecen diariamente por esta causa.

Lo anterior no toma en cuenta las enfermedades causadas por el trabajo, las cuales son comúnmente subdiagnosticadas o perversamente subregistradas, estas se deben a la exposición ocupacional crónica a metales pesados; a polvos como el asbesto, el carbón y el sílice; a plaguicidas agroquímicos, disolventes orgánicos, y múltiples sustancias en el ambiente de trabajo reconocidas como cancerígenos o disrruptores endócrinos; también están las enfermedades causadas por agentes físicos como el ruido industrial, y los de orden biológico y disergonómicos; adicionalmente están las que poseen características psicosociales en la organización laboral y que se traducen como mobbing, karoshi, burnout o estrés laboral en la población trabajadora.

El escenario anterior debe de incluir lo relacionado con el ejercicio de nuevos modos de trabajar impuestos por el wildmarket o “mercado salvaje”, caracterizado por jornadas extenuantes de trabajo de más de ocho horas; imposición y abuso en la ejecución de dobles o triples jornadas de labor; el trabajo informal; las desigualdades en cuanto a género y trabajo; trabajo infantil, y otros, aunado a la ausencia  de beneficios de prestaciones  en materia de seguridad social que se ha percibido    en todo el orbe en el último cuarto del siglo XX y que coloca a la clase trabajadora en condiciones similares de trabajo precario, de alta vulnerabilidad y explotación que existían a fines del siglo XIX.

Por otro lado, la globalización, la aparición de nuevas tecnologías y la exigencia con  tintes  de  usura  que los bloques y corporativos financieros ejercen sobre buena parte de los países de todo el mundo para que den cumplimiento a compromisos de orden económico a costa de los derechos de los trabajadores, han provocado cambios profundos tanto en las condiciones de trabajo, con recortes o pérdida de esos mismos derechos.

Lo anterior se acompaña  de  características  que sirven para segregar al momento que se contrata a      un trabajador, la aceptación o no de una persona se establece por pertenecer a determinado sexo, edad, grupo étnico o social; incluso si existe obesidad; que no encuadre con un patrón particular de belleza; que exista sospecha de gestación; que se marquen preferencias por emplear a parientes o por privilegiar lazos de amistad aunque no se posean habilidades, aptitudes, experiencia previa, o demostrar profesionalización formal en algunas destrezas que debe cubrir el aspirante o candidato a un puesto de trabajo.

DISTRIBUCIÓN DE LA INEQUIDAD EN LA SALUD DE LOS TRABAJADORES

Las inequidades en salud, y entre ellas las relacionadas con el trabajo, no se deben visualizar como “naturales” o como una característica inmutable de la sociedad. De hecho, buena parte de la distribución geográfica de estas inequidades no es dada por las posibilidades de acceso a los sistemas de atención a la salud, aunque ello cumpla un importante papel al momento de evaluarlas.

Las inequidades en salud surgen  sistemáticamente  de las inequidades sociales, y esas han sido posible establecerlas a partir de lo que se ha denominado como patrón de variación en la distribución de las inequidades que se ha dado a través del tiempo entre países o regiones, y dentro de estos mismos, y el cual responde a  cambios  políticos,  económicos,  sociales y culturales que se dan tanto de forma interna como externa. Un ejemplo de ello son las observaciones que se realizaron en población de Inglaterra y país de Gales, donde se identificó que la tasa de mortalidad en hombres de 15 a 64 años de edad de los vecindarios más económicamente deprimidos fue de 2,5 más veces que en los individuos de vecindarios menos deprimidos. En adición, se identificó una diferencia de hasta 17 años en la expectativa de vida libre de discapacidad entre trabajadores que poseen mejores ingresos en comparación a aquellos con más bajos ingresos.

Pese a esos señalamientos tan elocuentes, y en referencia a los países escandinavos en quienes se llegó a pensar que presentaba las menores inequidades en salud, incluidas las relacionadas con el empleo y el trabajo en razón de su provisión generosa y universal de bienestar, no pudo demostrarse que ello se cumpliera del todo en esos países y que más bien su situación  en materia de inequidades es intermedia; sugiriendo dicha observación que el patrón no siempre parece comportarse de manera lineal en cuanto a que las inequidades en salud son en función del ingreso de un país o región. Tal podría ser el caso de Cuba, que pese a sus rezagos económicos, se ha señalado como el país mejor posesionado en cuanto a menores inequidades en salud en comparación con toda Latinoamérica y el Caribe, por arriba de Argentina, Uruguay, Chile, México y Brasil, en ese orden.

PERSPECTIVAS DE EQUIDAD EN EL TRABAJO

No existen dudas de que el seguimiento a las políticas que en salud y seguridad en el trabajo que deberían dar los países miembros de la OIT acortarían las inequidades mencionadas. La salvaguarda del impacto multipolar de los ajustes al empleo bajo condiciones precarias, con alta flexibilización y sin seguridad laboral, aplicadas a la fuerza de trabajo con contrato mediado por agencias, outsourcing, o de forma temporal, debería ser insignia contra esa actualidad globalizada, representada por la prosperidad de unos cuantos arropados en crisis financieras o manejadas a su propia conveniencia.

En ese entramado, el Estado, quien debería ser la supraestructura que garantiza las políticas en materia de salud y trabajo, parece haberse convertido en intermediador de los grandes corporativos, más aun, es notoria la ausencia en las agendas nacionales de temas relacionados con la salud de los trabajadores.

La traducción más exacta de ese juicio ha sido la pérdida de fuentes de trabajo, en mayor proporción entre hombres jóvenes, tal y como sucedió de manera reciente en tres países pre-bálticos, España e Irlanda con respecto al resto de Europa, hasta en seis puntos porcentuales, principalmente en el sector económico de la construcción y de la manufactura; ello no quiso decir que a las mujeres hayan corrido con mejor suerte, ya que por lo general fueron a las que más rápido se les despidió de las empresas, a quien de manera anticipada se les redujo el salario o se le discriminó con mayor frecuencia.

CONCLUSIÓN

Es fundamental que a corto, medio y largo plazo se definan con mayor atención las acciones a tomar por los pueblos del mundo y sus gobiernos, o al menos     la mayor parte de las regiones de este sobre la crisis macroeconómica por la que están atravesando el planeta, ya que precisamente esa insistente postura globalizadora hace que también sea de orden laboral, ambiental, alimentaria, energética y  política,  en  el  que un relevante indicador del dominio y control de estas sea el trabajo en condiciones de empleo justo     y decente, con su poder para generar igualdad y bienestar social (4,25-28).

De acuerdo a como se presenta el panorama, en términos de equidad y salud en el trabajo, el reforzamiento de  este último como derecho individual y colectivo, es la opción a seguir pese al escenario actual claramente desfavorecedor, pero con la convicción de que ello no será permanente, lo que alentará que el derecho del trabajo dejará de ser lo que es para constituirse en lo que debe ser: derecho reivindicador de la especie humana (25,26).

Contribuciones de autoría:  LHG participó de la concepción y diseño del artículo; GAM, CAJP y FRSR contribuyeron en   la recolección de material y literatura relacionadas al tema,   en la redacción del artículo y en su revisión crítica; SDAR y GFC participaron en la revisión crítica del artículo, abundaron en su concepción y aportaron datos; EGF participó en la revisión crítica del artículo, en su estructura y contribuyó en su redacción. Todos los autores aprobaron la versión final.

Recuperado de: http://www.scielo.org.pe/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1726-46342013000400021

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